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El presente es el libro electrónico

Kindle

 

 

Lo que hace años solo era una previsión se ha convertido en una realidad incuestionable. Aún más, ni los vaticinios más optimistas contaban con la situación actual. Y es que el libro electrónico es ya parte de nuestras vidas, y vemos más dispositivos que barras de pan en un día normal. La pregunta es, ¿y ahora qué?

 

El mercado del libro electrónico ya se ha puesto como mínimo a la altura del tradicional ejemplar de papel. Dos ejemplos: Amazon vende más libros en formato digital que físico y en EEUU en la sección ficción desde 2011 también hay más copias vendidas que se pueden leer en una pantalla que a través de papel.

No es la intención de este artículo vaticinar el futuro del mercado del libro de toda la vida, sino el presente y futuro de los ebooks. Pero por mucho que el futuro no sea halagüeño, sentenciar que el papel ha muerto es una declaración bastante temeraria.

Como cualquiera puede constatar, en España se ha producido en estos dos últimos años una invasión de lectores de libros digitales. El dispositivo estrella es el Kindle de Amazon, especialmente las versiones más económicas, pero son también reseñable los lectores de Sony y los incentivados por superficies como Fnac o El Corte Inglés.

A priori, la situación nos puede recordar a la vivida con los iPod y los reproductores MP3 casi una década atrás. Y ya sabemos en qué ha resultado eso: industria musical fragmentada, piratería, y solo un puñado de triunfadores, que son modelos de negocio como el de iTunes, Grooveshark y Spotify.

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Los problemas del mundo de la música son fácilmente aplicables a la literaria. Las editoriales se llevan gran parte del pastel, el artista rasca poco y los precios con frecuencia están fuera de mercado. Solo los más mediáticos sobreviven.

Con el libro electrónico, el intermediario, que pasa a ser Amazon, Barnes & Nobles o quien distribuya ese ebook sigue sacando dinero, sí, pero el margen a los autores es mucho mayor. Como consecuencia, los precios también suelen ser más reducidos.

El problema que el libro electrónico sigue alentando es el de la piratería. Si preguntamos a un amigo por cuantos libros de los que están en su lector de ebooks ha pagado dinero la respuesta será similar al número de descargas legales de canciones en su MP3. O sea, bastante desalentadora.

Ante eso muy poco se puede hacer. Habría que concienciar que algo no funciona si obtienes gratis un producto que cuesta 10 euros. Quizás una aún mayor reducción de precios sea la solución, pero el tema de la piratería desde luego no es un asunto sencillo de tratar.

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La pregunta es, ¿la industria del libro, desde la irrupción de la distribución digital, tiene un futuro negro? Y la respuesta es un no absolutamente rotundo.

Ahora cualquier autor anónimo puede subir un libro a Amazon, pedir 3 euros por ello y empezar a hacerse un nombre en el mundillo. Una editorial puede promocionar a un autor novel regalando su nueva obra si alguien adquiere la de un escritor consagrado. Y al reducirse los costes de producción, el usuario paga menos por leer aún más libros.

Por último, mencionar dos temas. Primero: libro electrónico y libro físico no son rivales, sino dos caras de la misma moneda. El soporte no suma ni resta valor a la obra. Y ninguna distribución es moralmente superior a la otra.

Y segundo, y más importante: más allá de cifras y datos, es evidente el número de lectores en España ha aumentado en los últimos años como nunca.  Y es justo constatar que por comodidad, por inmediatez y por coste, el principal responsable de ello es el libro electrónico.

 

 

 

 

 

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